La historia del arte fue en esos contextos estimulantes, un interés temprano para ella.  Las primeras enseñanzas en esa área fueron con la maestra Zoila Sterenberg , complementadas después con diversos diplomados de la Universidad Iberoamericana y del Instituto de Cultura Superior. Sin embargo, a pesar de sus claros intereses estéticos, por cuestiones familiares no tuvo oportunidad de realizar una carrera profesional, sino que su capacitación se fue dando fragmentariamente en los diversos talleres y aulas donde podía satisfacer su sed de aprendizaje.   

La arquitectura y el diseño de interiores también han formado parte de sus intereses gracias a su habilidad para corregir planos y manejar la abstracción indispensable para imaginar y organizar espacios y proyecciones.

Sedienta de expandir su conocimiento acerca de la evolución de la estética a lo largo de la historia, se introdujo en el estudio de diversas culturas y sus maneras de entender y desarrollar sus peculiares maneras de expresar artísticamente sus respectivas sensibilidades.

En 1987, al ausentarse por un tiempo del país su maestro Eduardo Cohen, Emilia quedó encargada de dirigir su taller. En ese espacio, luego de haber pasado por un intenso aprendizaje del dibujo de la figura humana al natural, ella asumió el papel de docente, lo cual le abrió nuevas vetas en cuanto a las diferentes aristas necesarias para abordar el perfeccionamiento del arte del dibujo y el fomento de la creatividad.

A pesar de bloqueos sociales y familiares fruto de añejos prejuicios que en aquel tiempo censuraban el que una mujer abordara el desnudo humano como base para la expresión estética, Emilia superó obstáculos de todo tipo para mantenerse activa en esa área, y perfeccionar así su técnica y convertirse a su vez en docente que con el paso del tiempo logró desarrollar un rico programa de diseño, dibujo y pintura en la Universidad Centro. Para ello preparó un programa semestral que a lo largo de tres años le permitió desmenuzar las diferentes habilidades que conforman la creación estética. La línea, el espacio positivo-negativo, el volumen, los planos, el escorzo etc., fueron conceptos que transmitió con todo detalle, con objeto de que los alumnos pudieran integrar conscientemente todos esos elementos al emprender un trabajo pictórico o de diseño. 

Emilia ha dicho  que Eduardo Cohen fue un maestro  que le abrió la puerta a diversos saberes que enriquecieron su perspectiva humana y cultural.  Estando ya muy enfermo y sabedor de su próximo fin, Cohen encargó a Emilia continuar con el taller y proseguir en la misma labor. La experiencia con la que ya contaba fue la base fundamental para desarrollarse como maestra en el taller heredado de Cohen y en otros más: uno de ellos en un espacio privado que duró cerca de 20 años, y otro más en la Sala Siqueiros dirigido a diseñadores gráficos.

Sabedora de que cada alumno posee sus peculiares capacidades, sensibilidades y maneras de observar y asimilar la realidad, su enseñanza en los diversos talleres que dirigió fue siempre personalizada, atendiendo a la subjetividad, los niveles y las necesidades específicas de cada quien.

Incursionó en el trabajo de formato monumental, gracias a su colaboración con el maestro Eduardo Cohen en obras destinadas a instituciones religiosas y educativas de la comunidad judía de México. Se encargó de la organización de los planos y el traslado del trabajo a gran escala. Gracias a esas experiencias que enriquecieron su saber acerca de la técnica y el proceso para ese tipo de trabajo, recibió posteriormente el encargo de realizar un mural para un Centro de Recreación de Personas de la Tercera Edad, pintura monumental en la que logró depurar su estilo para adquirir cada vez más el sello propio que a partir de entonces caracterizaría a su trabajo. 

En un viaje a Europa en los años 90´s  conoció y estableció amistad con un músico de origen lituano miembro del Fine Art Quartet, quien la inspiró para abordar pictóricamente figuras de instrumentos de cuerda, y con base en esa iconografía trabajó durante largo tiempo. Se trató de una serie desarrollada con diferentes técnicas, que tuvo una gran aceptación en México y el extranjero.

Un último paso en su desarrollo pictórico ha consistido en la dilución progresiva de la figura hasta llegar al abstraccionismo. De ahí que haya emprendido trabajos de gran formato en los que la línea, los trazos geométricos, el color, pasaron a ser los elementos de relevancia. Como si el dominio tan acabado de la figura hubiera dado paso a un salto cualitativo tendiente a la destrucción de ella, pasando por su fragmentación y por un alejamiento del blanco y negro que le fueron característicos en sus obras tempranas. Apareció el color en todas sus gamas, lo mismo que la búsqueda de soluciones en cuanto a composición, texturas, planos, fuerza expresiva e impacto visual. Su evolución muestra un peculiar ejercicio racional como punto de partida, mezclado con una intuición espontánea que va dirigiendo el proceso creativo hacia una renacida vitalidad.

En sus trabajos más recientes ha usado acrílicos combinados con óleo, mientras que las tintas y los crayones son utilizados como complementos adecuados para el retoque de ciertos detalles finales. Etapas difíciles en su vida personal han quedado reflejadas en piezas producidas espontáneamente, sin intención deliberada, pero sin duda expresivas de los impactos de esas experiencias dolorosas que han sido leídas por algunos observadores sagaces como vehículos para la catarsis o la revelación de una premonición o un mensaje.

A lo largo de su trayectoria de más de cuatro décadas, ha acumulado decenas de exposiciones individuales y colectivas. Entre las primeras, algunas de las más importantes fueron la del MUCA en la UNAM CDMX, donde su obra fue catalogada y enviada a España. También exhibió en 1991 durante la inauguración de los teatros del Broward Center for the Performing Arts en Miami EEUU, mientras que en la galería Misrachi bajo la dirección de Enrique Beraha, fue uno de los apoyos más importantes para la difusión de su obra en México y para su ingreso a ciertas colecciones internacionales.       

El cine, la literatura y sobre todo las visitas a los museos han constituido importantísimos estímulos para alimentar su creatividad. La minuciosa observación de las exploraciones estéticas y de las soluciones que los genios artísticos del pasado y el presente han aportado a nuestro bagaje colectivo, ha sido para Emilia una herramienta que ha sabido incorporar a su trabajo con sensibilidad y agudeza. Ha sido capaz así, mediante una asimilación fecunda de la maestría y el talento de quienes nos precedieron, de descubrir su propio lenguaje estético en el que sin duda se aprecia la singularidad de su estilo.  Entre sus artistas predilectos están Picasso y Egon Schiele, mientras que en concordancia con su más reciente etapa creativa, plenamente abstracta ya, reconoce su admiración por Rufino Tamayo, Gunther Gerzso, Fernando de Szyszlo y muchos otros.

– ESTHER SHABOT